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sábado, 27 de agosto de 2011

A las afueras: visitando Giverny ( o Paris III )






A pesar de pasar sólo seis días en París, uno de ellos lo dedicamos a visitar Giverny, un pueblo precioso ( tomado por los turistas pero todos bastante discretos y tranquilos ) a tan sólo unos kilómetros de la capital, donde vivió y pintó Claude Monet.
Un tren desde la Gare Saint Lazare nos deja en Vernon, desde donde un autobús te lleva a Giverny ( los más deportistas pueden alquilar una bicicleta o, incluso, acercarse caminando... son unos 5 kms. ) y sus maravillosos jardines.
La casa de Monet y, sobre todo, su jardín, son motivo de peregrinación para japoneses, americanos y catalanas snobs.
No os voy a dar la brasa con el día tan bueno que pasamos ( si mi santo me pilla haciendo una sola foto más de cualquier tipo de flor, se divorcia )... aquí tenéis casi toda la información que podáis necesitar si os pica la curiosidad.
Muy, muy recomendable.








martes, 23 de agosto de 2011

Tiendas y paseos. París II


Ya sé que calor tenemos todos. Pero es que a mi - no sé a vosotros- me atonta y me incapacita hasta para teclear. 
Hoy he dicho basta, he puesto el aire acondicionado, he cerrado ventanas y he abierto el ordenador para continuar esta (leeeeeennnnta visita por París. Oscar,  veo que ya has vuelto y que te ha cundido la escapada...¡y viva Canadá!).







Estas son fotos de la sin par Maison Deyrolle
Nunca le estaré lo suficientemente agradecida a Toronto por haberme descubierto semejante rincón. Deyrolle  se dedica a las ciencias naturales y la taxidermia de lujo. Su preciosa sede es un maravilloso gabinete de curiosidades que hará las delicias de cualquier curiosos...incluso de aquellos que, como yo misma, somos poco de insectos. Me quedaría a vivir.
Aunque saldría a pasear a menudo... así podría encontrarme, frente al Louvre a la doncella de Orleans enfrentándose a una maxi noria como si de molinos se tratase. Qué imagen tan curiosa.







Callejeando por el Marais encontramos L'Ecritoire, un rinconcito para amantes de los objetos de escritorio más allá de la alfombrilla de ratón, como supongo fueron tantos y tantos escritores que pasaron, pasan y pasarán por Shakespeare &  Co.






Nos cuenta Oscar que no hizo fotos porque había un cartel prohibiéndolo. Juro solemnemente que no lo vi... supongo que lo tapaban los libros. El caso es que hice cientos de fotos ( os ahorro el visionado ) y nadie me dijo nada... para que luego digan que los parisinos son bordes.
El ambiente de la librería era un poco el de Port Aventura... mi visita anterior fue en un mes de octubre y disfruté de ella con toda la calma, pero en pleno mes de agosto hay demasiada gente para mi gusto, acentuando el ambiente de "decorado" que tiene según qué rincón... hasta los "lectores bohemios" que se tiran desganadamente en sus sillones parecen contratados por el Ayuntamiento... pero, aún con todo y con eso, sigue siendo uno de mis rincones preferidos de la capital del Sena y, probablemente, el más odiado por mi Santo. Suerte que fuera hay sillas...








Y, para terminar por hoy, os dejo el estupendo panorama que gozábamos del Jardin des Plantes ( que visitamos al cabo de unos días) desde la ventana del hotel... creo que es la primera vez que no nos colocan con vistas a un patio de luz.





sábado, 6 de agosto de 2011

Monumentos y templos... París I.


Parecía que no llegaba nunca y ahora parece que haga ya años.
Supongo que el bochorno de los últimos días no ayuda gran cosa... en París hemos paseado acompañados de una brisa fresca y vivificante que hace mucho más duro el regreso y la reubicación.
A parte, me parece que tenemos muy poca repostería entre la que elegir y que en cuestión de oferta de refrescos tenemos una gama muy limitadita... eso si, en Barcelona para tomarte un café con leche o una coca-cola en cualquier bar no hay que empeñar la alianza de la abuela y los transbordos del metro son más cortos que los trayectos en si.
Pero aún con los precios desorbitados y los transbordos interminables, París ha sido una fiesta.
Como esta era la segunda vez que la visitábamos nos lo hemos tomado con calma... ha podido más el paseo que el museo. Hemos deambulado sin complejos y con poca premeditación, pero París es una de esas ciudades en las que siempre acabas frente a algo digno, cuando menos, de aflojar el paso y, cuando más, de detenerlo por completo. Historia, arte, comercio, jardinería... todos los gustos, por eclécticos o selectivos que sean, acabaran satisfaciéndose y mimándose.
¿Que queréis iglesias? A montones. ¿Que queréis tiendas? Os vais a hartar.



La galería de Saint- Etienne- du- Mont.


Ya en los alrededores del hotel teníamos la Iglesia de Saint Etienne du Mont, famosa por conservar una galería ( un jubée  ) maravillosa del siglo XVI y albergar las tumbas de Pascal y Racine.
Al bajar de la colina de Santa Genoveva,sobre la que está ubicada, empezamos con las sorpresas menos religiosas pero igualmente artísticas y la adoración en otro tipo de templos.
El barrio latino, en general, no anda escaso de atracciones, pero la tiendecita de Evelyne Chevalier es algo digno de verse: vestuario y complementos para auténticas damas y elegantes caballeros con el gusto algo fuera de tiempo...trajes, sombreros, foulares vaporosos y vestidos de charlestón. Todo precioso y considerablemente asequible. 



Aspasie et Mathieu, la tienda de Evelyne Chevalier en el 10 de la rue  des Carmes, que bien podría vestir al Gran Gastby y sus amigos.




Andando, andando, te adentras en la zona del Odeón y en Saint Germain des Près. Las placas conmemorativas no son azules, pero no pasan desapercibidas en su blancura. Todo el mundo ( que es mundo, ya me entendéis ) ha vivido en París o ha utilizado sus rincones como escenario de andanzas reales o ficticias. Al final, como en este caso, el encargad de la conmemoración opta por ahorrar mármol y compartir placa.


Placas y más placas conmemorativas: todo el mundo ha vivido en París .


Y tanto callejear abre el apetito. Y, en según que establecimientos, desboca el Síndrome de Stendhal. La Durée posee varios establecimientos en la capital del Sena a cual más encantador. Pero la de la rue Bonaparte se lleva la palma. Sus macarons no son de este mundo y su selección de tés es espectacular. No hay que perder la ocasión de visitarlas. Aunque parezcan  caras, la relación calidad- precio- escenario sale muy, muy a cuenta.


La Durée, el paraíso de los amantes de los salones de té. Imprescindible la tienda de la rue Bonaparte.


Digna de visitarse ( pero indigna  de comprar nada a esos precios ) es la mercería de la última planta de los almacenes Le Bon Marché de la rue de Sevres. Todo precioso: ideal para inspirarse y salir corriendo, cruzar la rue du Bac y entrar en el maravilloso mundo de La Grande Epicerie.



Carísima la mercería del ático de Le Bon Marché. Preciosa, eso si.


A no perderse La Grande Epicerie, justo enfrente del Bon Marché. El lugar en el que más tiempo estuvimos . Con diferencia. Aquí tenéis un pequeño ejemplo de lo que ofrecen en el sector de azúcar a capricho


La Grande Epicerie bien merece la inversión de tiempo y dinero: magníficos platos para llevar, frutería y panadería junto a una gloriosa selección de manjares de deseo. Desde su gran selección de azúcares o galletas a la hipnótica sección de tés e infusiones que alberga desde lo más granado de las tiendas de té parisinas a la caja conmemorativa del último enlace real británico. Imprescindible.



Chocolates Foucher, para chuparse los dedos. Y con preciosas cajas para diferentes surtidos. Esta  luce un diseño de Jacqueline Duché, de 1925.


Y, aún a riesgo de parecer una golosa irredenta, aún obligué a mi pobre Santo a visitar alguna chocolatería más: Foucher ( no os perdáis este enlace ) y Chapon.
No entiendo el escaso número de gordos que vi.



Más templos del chocolate: Chapon