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domingo, 19 de agosto de 2007

Estancia Romana

Ya hace un mes que volvimos de Roma pero aún veo el mundo en brillantes tonos anaranjados y ocres, rematados de mármol... Hacía más de diez años que no visitaba la ciudad eterna y la he encontrado prácticamente igual que la dejé: aunque unos miles de turistas de más abarroten sus calles, aún aletea el guiño cómplice, el aire de intimidad, de indolencia, de cercanía. Y es que Roma sigue floreciendo para el visitante amable, lejos de sus múltiples museos, enclaves turísticos y capas y capas de historia. Roma es muchas Romas, pero Roma es , al menos para mi, un paseo que marca su propio ritmo y su propio itinerario...Roma es dejarse llevar, dejarse tomar en un asalto sutil de colores, sabores, olores y tiempo: relajarse o morir.


San Pietro in Capite

Cuando uno desembarca en Roma debe superar, primero de todo, el afán por la ruina clásica o prepararse para la sobredosis de mármol que puede suponer el lanzarse a la caza de la antigüedad. Roma no se construyó en un día ¿cómo vamos a abarcarla en una excursión? Personalmente, os propongo una primera toma de contacto liviana : disfrutad de la vista del foro que puede apreciarse desde la colina Capitolina, desde los laterales del Palazzo Senatorio, sobre todo al atardecer.


El Foro visto desde la Colina Capitolina


Roma intentará apabullaros con la magnificencia de su pasado y la huella de enormes personalidades. Por ejemplo, Miguel Angel y Bernini irrumpirán con toda su fuerza para abriros la boca de asombro y embotaros el cerebro por sobre exposición...pero más allá del Vaticano y las grandes escenografías, ambos artistas pueden proporcionarnos los momentos más impresionantes de nuestra visita. Me confieso enamorada de la mano con que un Hades de mármol sostiene a Proserpina mientras la arrastra al infierno. Me confieso igualmente seducida por la rodilla de Moisés, golpeada por la frustración del creador, o por el elefantino del Obelisco de Santa Maria sopra Minerva.


Pero la afluencia de personalidad y genio nos perseguirá donde quiera que vayamos. No solo el recuerdo de Fellini es omnipresente, sino que el leve paso de Lord Byron por la ciudad o las estancias de Keats o Shelley exigirán nuestra atención y dispararán nuestra imaginación desde algunos de los rincones más hermosos de la ciudad: sentados en la terraza sobre la Piazza di Spagna que nos ofrece la Casa- museo de Keats y Shelley ; frente a las estatuas de Byron o Goethe a lo largo de un paseo por los jardines de Villa Borghese; ante la tumba de Keats o de Gregory Corso en el hermoso Cementerio Protestante de la ciudad... este último es parada obligatoria tanto por su paz y su belleza como para ir descubriendo otra de las múltiples facetas romanas: la presencia de la muerte desde la constancia católica.


Tumba de Keats


Y es que la Roma católica adora a sus difuntos en tanto que recordatorio de la mísera criatura que –ellos creen – que somos. Mientras la finiquitada Roma Clásica irradia vida y luz a pesar de lo lejano de su esplendor, la omnipresencia católica insiste en reducir la existencia a un oscuro rito de paso. Más allá de la tan cacareada cripta de Santa Maria della Concezione, con sus capillas decoradas con los huesos de generaciones de frailes capuchinos difuntos ( y que se ha convertido gracias al “boca- oreja” en la Disneylandia del morbo mortuorio ), podemos apreciar la gran cantidad de Memento Mori que nos salen al paso, como la Iglesia de Santa Maria dell’Orazione e Morte, o las incontables reliquias de santos que decoran cientos de capillas barrocas, como las reliquias de San Valentín en Santa Maria in Cosmedin... Así que Carpe Diem: paguemos 10 € por un te en el recoleto Salón de Té Babbington, paseemos sin rumbo por el Vialle della Pace o sentémonos en el magnífico claustro de San Silvestro in Capite.


Reliquias de San Valentín


A sí que ya veis, Roma dar más de si de lo que cualquier guía puede mostrar...la clave está en los pies ( hay que andar mucho ) y en los ojos ( hay que ver mucho ) si queremos llenarnos el alma de Roma.

Via della Pace