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domingo, 17 de mayo de 2015

Girona, temps de flors.




Hoy voy a escribir poco pero a recomendaros mucho que visitéis Girona Temps de Flors.
No os desplacéis en vehículo privado porque es imposible aparcar ( el AVE desde Barcelona tarda 30 minutos y por 25 euros os lleva y os trae) y llevaros unos bocadillos porque los restaurantes se desbordan.
Haced acopio de vuestra capacidad de abstracción y de ignorar multitudes, id bien acompañados y disfrutad de un día mágico. Una celebración pagana disfrazada -de nuevo- de celebración popular.
Volveréis sonrientes y encantados.





















lunes, 4 de mayo de 2015

La señorita Pym dispone.

Apenas unas líneas para declarar que mis queridos Hoja de lata lo han vuelto a hacer.
Han editado una delicia.
Una historia de aquellas que te dejan una sonrisa enganchada a la cara y el deseo salvaje de comer clotted cream tomando el té tras una exposición floral.





No será un libro trascendente, pero es un libro  claramente disfrutable.
Una escritora visita a una antigua compañera de estudios que ahora, a su vez, dirige una escuela de educación física para señoritas, a las que llegamos a conocer y querer página tras página...hasta que, a pocas líneas del final, se produce el drama que, como una miss Marple con medias de seda, la señorita Pym se dispone a desentrañar.
Más que un "whodunnit" al caso, es un "what happens" ( si se me permite la elasticidad del término), porque no hay un sólo párrafo del libro que no merezca ser leído por poco necesario que sea para la resolución del caso.
Paisaje inglés, saludables jovencitas ante la encrucijada de la vida, amores y odios entretejidos... Se nota que Josephine Tey sabe de lo que habla (ella misma fue estudiante y, posteriormente, profesora de educación física) y lo hace con esa gracia ligera que tan difícil resulta de equilibrar para la entera satisfacción del lector.
Hasta Alfred Hitchcock supo ver las cualidades de la autora: adaptó A schilling of candles como Inocencia y juventud en 1937. Y si de algo sabía Hitchcock era de suspense (bueno, y de torturar rubias).






jueves, 2 de abril de 2015

Niños de libro

La primavera es tiempo de renacimiento, de sacudirse los fríos del invierno, de disfrutar del mejor sol del año -el que no quema-, de flores y días largos. La primavera es como la infancia y ambas merecen ser leídas. os recomiendo algunas.

Diversas infancias maravillosas han ido saliendo a mi paso últimamente: la de la inquietante Merricat de Siempre hemos vivido en el  castillo (ya os hablé de ella) , la del asilvestrado Paul Milliron de Una temporada para silbar, la infancia aterrorizada por la religión de Una tierra más amable que el hogar, los niños de la era atómica de Las esposas de Los álamos...Y parece que la tendencia continúa. Desde la I Guerra Mundial a los alegres años 50, de un lado y del otro del Atlántico, he estado visitando con curiosidad y placer la infancia de otros niños, tan diferentes y tan similares a mí y entre ellos, asustados y felices, curiosos, despiertos, inocentes, salvajes...Et in Arcadia ego.





"La neumonía era lo que me había hecho más popular, y yo lo convertí en una gran obra de teatro. Pero no era, ni mucho menos, mi única arma: coleccionaba también enfermedades menores, entre las que figuraron, en el espacio de muy pocos años, herpes, varicela, paperas, sarampión, tiña, adenoides, hemorragias nasales, piojos, otitis, dolores de estómago, mareos, ahogos, escarlatina y sordera catarral. 
Por último, como coronación de todo, tuve conmoción cerebral. me atropelló una bicicleta una noche oscurísima y pasé inconsciente dos días. Cuando recuperé la conciencia, magullado y herido, una de mis hermanas se había enamorado del ciclista, un joven apuesto y desconocido de Sheepscombe que había atropellado también a mi madre.
Pero mi carrera infantil de fiebres y conmociones confirmó al menos una cosa: si hubiera sido un chico débil habría perecido sin lugar a dudas, y no cabía ninguna sobre mi resistencia."
(pp. 179-180)





"Lo que más me fascinaba del catálogo de Sears era que toda la gente que salía en sus páginas era perfecta. A casi todas las personas que yo conocía les faltaba algo: un dedo cortado o aplastado, una oreja medio comida, un ojo nublado por la ceguera a causa de una grapa que sobresalía de una cerca...Y si no les faltaba algo lucían cicatrices dejadas por alambre de espino, cuchillos o anzuelos. Pero la gente del catálogo no exhibía aquellas marcas. No solo estaban enteros, disponían de todos sus brazos, piernas, dedos y ojos en sus cuerpos sin cicatrices, sino que además eran hermosos. Tenían las piernas rectas y en sus cabezas no había la menor señal de calvicie, sus caras mostraban claros signos de felicidad, incluso de alegría, signos que no solían verse muy a menudo en los rostros de la gente que me rodeaba."
(pp. 83-84)

El propio Harry Crews nos lo explica en la imprescindible Searching for the wrong eyed Jesus.








"No sé cómo se las arreglaron, pero quienquiera que fuese el responsable de la década de 1950 creó un mundo en el que casi todo sentaba bien. ¿Unas copas antes de la cena? Cuantas más mejor. ¿Un cigarrito? ¡Encantado! Los cigarrillos en realidad potenciaban tu salud: serenaban el ánimo y aguzaban la mente cansada, según la publicidad. (...) los rayos X eran tan benignos que las zapaterías instalaban máquinas especiales que se valían de ellos para medir la talla del pie con rayos que penetraban por las suelas de tus pies y llegaban hasta tu cráneo. Aquel resplandor mágico bañaba hasta la última partícula de tu cuerpo. No es de extrañar que uno se bajase de allí cargado de energía y listo para comprarse unas zapatillas deportivas.
Por suerte éramos indestructibles. no necesitábamos cinturones de seguridad, ni airbags, ni detectores de humo, ni agua embotellada, ni la maniobra de Heimlich. No hacían falta envases a prueba de niños para los medicamentos. No nos hacían falta cascos para montar en bici, ni rodilleras o coderas para patinar. Sabíamos, sin que hiciese falta un recordatorio por escrito, que la lejía no era un refresco, y que si acercabas una cerilla a un bote de gasolina lo normal era que ardiese."
(pp. 91-92)


Feliz primavera.



Laurie Lee: Sidra con Rosie
Nórdica libros.

Harry Crews: Una infancia. Biografía de un lugar.
Acuarela & Antonio Machado.

Bill Bryson: Aventuras y desventuras del chico centella.
RBA



lunes, 2 de febrero de 2015

Los viajeros de la noche: una golem y un genio se encuentran en Nueva York.



Hemos creado al hombre de barro, de arcilla moldeable
Antes, del fuego ardiente habíamos creado a los genios.

(Corán, 15, 26-27)


Este es un libro fabuloso en toda la extensión de la palabra. Por un lado, se sumerge en la ficción mitológica para moldear sus protagonistas; por otro, crea esa ficción para disimular una verdad.
Los viajeros de la noche nos adentra en la experiencia vital de unos seres extraordinarios que se ven sometidos a sentimientos ordinarios... porque supongo no hace falta ser una criatura fabulosa para sentirse solo, confuso o perdido, porque las personas nos resultamos extrañas las unas a las otras, incomprensibles o incomprensivas o ambas cosas a la vez sin necesidad de rasgos mágicos. A las personas nos separan tradiciones culturales, complejidades globales o sencillos sentimientos individuales...justo las mismas cosas que, paradójicamente, nos unen.



Emigrantes en Ellis Island



Así, el hecho de que los principales protagonistas de esta historia provengan de la Europa de tradición judía o del oriente de tradiciones cristiana o musulmana, o la casualidad de que la una sea una criatura de barro creada para obedecer y el otro un espíritu de fuego de acérrima individualidad, pasa de ser , verbigracia de Helene Wecker, un detalle accesorio en una trama de evolución personal, de conocimiento y de reconocimiento. Y gran parte de esta magia se debe al gran acierto de su localización: el Nueva York del siglo XIX, tierra de oportunidades, crisol de culturas, que ofrece una oportunidad única de dejar atrás el pasado, cambiar de nombre y cambiar por completo de vida...o una solución de continuidad, de integrarse en un barrio habitado y vivido exclusivamente por compatriotas de costumbres arraigadas porque un cambio geográfico no tiene por qué serlo también cultural por más kilómetros que se recorran. Un cruce de caminos que empequeñece el mundo, centra nuestra mirada y nos aleja del pasado y el futuro hasta distancias insospechadas... Y es en esta compleja ciudad donde el destino quiere que se encuentren un golem y un genio.



La fuente de Bethesta, El ángel de las aguas,  uno de los preciosos escenarios de la novela.


Un golem es una criatura de la mitología talmúdica, aparentemente sin sexo pero generalmente construida a imagen y semejanza del hombre por un rabino o un sabio quien, al igual que Dios crease a Adán, lo moldea en arcilla y le insufla vida por medio de la palabra. Esta palabra suele escribirse en un papel o en la frente del mismo golem, de donde se borra una letra para transformar la orden “vida” en “muerte”. Su creación responde a la necesidad de protección de un individuo o pueblo, por lo que son criaturas tan obedientes como peligrosas.

Pero en esta novela, la creación del golem sobrepasa el utilitarismo o la necesidad de fuerza bruta porque, a la hora de definir el que será el carácter de la criatura, el demandante recuerda el amor que sentía por una hermana pequeña ya desaparecida y solicita aquello que más admiraba en la niña: curiosidad e inteligencia y una compostura que la convierta en la perfecta esposa de un caballero. Obediente será por naturaleza...pero además será una criatura inquisitiva, modesta y educada...para su desgracia ¿o no sabemos qué le ocurrió, prácticamente por lo mismo, a la criatura a la que dio vida el Doctor Frankestein?. Dotar a una criatura de intelecto y abandonarla después a su suerte no suele acabar bien... Afortunadamente, nuestra protagonista conoció a su amo el tiempo suficiente para darse cuenta que no se quedó sola por miedo o incapacidad de su creador, ahorrándose el arraigo del rencor que tan malos sentimientos provocó en la criatura ideada por Mary Shelley.

Nuestra Golem ( que recién llegada a América recibe el nombre de Chava, sin haber pasado por las incomprensiones lingüísticas y fonéticas tan habituales en Ellis Island) tiene la suerte de empezar de cero, sin conocimiento previo de la cultura que la creó, sin condicionantes importados y con la inusual ventaja añadida de poseer el papel que puede quitarle la vida. El genio, bautizado como Ahmad, no tiene, en cambio, un periodo de adaptación, un conocimiento paulatino: despierta en medio de un lugar extraño, entre desconocidos, sin conciencia de cómo o porqué ha llegado allí, cuando el estaba encantado con su vida dedicada al placer.

Los genios, en la tradición islámica, son la tercera creación de Dios, tras los hombres y los ángeles, creados de fuego sin humo y dotados de libre albedrío. En algunas zonas son más o menos taimados o esquivos, pero acostumbran a ser criaturas sin arraigo ni más preocupación que satisfacer sus necesidades más nimias...Así, que la suerte está echada cuando la casualidad une a estos dos seres perdidos y confusos, ambos insuflados del hábito divido pero imbuidos de las dudas y preocupaciones humanas, la necesidad de mantenerse ocupados y de ganarse la vida, de desarrollar sus capacidades y de labrarse una existencia, ayudándose el uno al otro, complementándose y atemperando sus características.

La novela entrecruza con eficiente soltura las experiencias vitales de nuestros protagonistas, pero también de todos aquellos que más o menos directamente han tenido que ver con el desarrollo de sus circunstancias o que tendrán que ver son su resolución. Amigos y enemigos aparecerán y llevarán a cabo su parte en este maravilloso drama de autoconocimiento. Los personajes participarán en la densidad de una trama tejida con soltura gracias a pequeños hilos de revelaciones, envolviendo al lector para que cada vez se le haga más difícil el hecho de tener que abandonar la lectura porque queremos compartir con ellos el miedo a morir o a hacer daño, a sufrir o a sentirnos solos. Queremos acompañarlos en sus momentos de duda, conocer sus historias y deseos más íntimos, verlos sonreír, verlos sanar.

¿Es este, entonces, un libro fantástico? No tanto por atenernos a la naturaleza de sus protagonistas, si no por resultar una creación magnífica, no tanto en su acepción extraordinaria como en su capacidad de maravillarnos con su alma sencilla.



El Golem de Paul Wegener. Precioso acercamiento a la leyenda del Golem de Praga realizada en 1920


Helene Wecker, Los viajeros de la noche.
Tusquets Editores. Barcelona, 2014.
ISBN: 978-84-8383-930-0
512 p.

Traducción de Isabel Margelí.