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miércoles, 7 de octubre de 2009

Emily Dickinson: aislada pero no tanto.


La lectura de Emily Dickinson requiere paciencia y pasión. Sus poemas son pequeños jeroglíficos que hablan directamente al alma del lector. Cada uno de sus guiones, de sus misteriosas pausas, abren panorámicas inmensas repletas de significados, revelaciones y enseñanzas. En Emily Dickinson nos reflejamos. En Emily Dickinson nos abandonamos.
Pero, además de en su poesía, el misterio de Dickinson brota de su propia vida. Una vida que paulatinamente se fue concentrando en si misma, en el estudio de la palabra, en la preocupación absorta por su poder. Misterio y vida se entrelazan en la vida de la poetisa de Amherst de la misma manera que en su poesía y sus cartas: las unas restan incompletas sin las otras. Y es que la obra de Dickinson se muestra tanto en forma de poema como en su - numerosa- correspondencia.
Así, las cartas seleccionadas y traducidas por d'Amonville nos permiten adentrarnos un poco más en la brillante cosmología de la autora, envolvernos con su particular fragancia. Al margen de un orden biográfico, esta selección responde a consideraciones literarias y emotivas de la editora. De este modo, encontraremos cartas que raramente se han traducido debido su dificultad o la poca importancia dada a sus destinatarios, ordenadas en cuatro grandes períodos, dispuestos cronologicamente.

I. 1842 a 1857: años de juventud y formación en los que abundan las cartas a su hermano Austiny a Susan ( la que sería su esposa ) y a algunos pastores y eruditos, así como acompañeros de clase y amistades trabadas a lo largo de sus, por entonces, frecuentes viajes. Su característico estilo puede apreciarse ya desde la primera de estas misivas, fechada en septiembre de 1846, cuando Emily aún no había cumplido los doce años.

II. 1858 a 1865: durante este periodo, Emily toma conciencia de sí misma como poeta y comienza su correspondencia con el editor Samuel Bowles, amigo íntimo de Austin y Susan,. mientras continúan sus misivas familiares que ahora incluyen a sus primas Norcross.Aparecen también las tres cartas dirigidas al Maestro, el posible causante de un devastador desengaño amoroso, cuyos borradores aparecieron tras la muerte de la poeta entre sus papeles personales y se desconoce si llegaron a ser enviadas a su desconocido destinatario. Sobre la identidad de este se han barajado diversas posibilidades: que pudo haberse tratado del reverendo Charles Wadsworth ( al que conocería a raíz de un viaje a Filadelfia llevado a cabo en 1855 ) o de Samuel Bowles tanto como de un desconocido e, incluso, de una figura ficticia. El misterio continúa formando parte intrínseca de la leyenda de Dickinson.


III. 1866 a 1879: ya prácticamente recluída, disminuye el volúmen de su correspondencia, que al mismo tiempo pasará a ser más sucinta y concisa. En ellas se hace evidente su evolución como escritora, su búsqueda incesante de la palabra exacta, mientras su mundo cambia alrededor y la ocupa con la organización doméstica: en 1874 muere su padre y un año más tarde su madre queda inválida, su hermana estubo enferma entre 1877 y 1878 y en ese mismo año muere su amigo Samuel Bowles.


IV. 1880 a 1886: a lo largo de estos seis últimos años sus cartas adquieren un tono elegíaco que pudo deberse a la tensión con su hermano a causa de una aventura extraconyugal de éste y a la sucesión de muertes en su entorno. En 1882, la muerte de Wadsworth , un año más tarde la de su querido sobrino Gilbert. En 1885, coincidiendo con una enfermedad que la llevaría a la tumba, Dickinson recibe la noticia de la muerte de la que debía haber sido su albacea, Helen Hunt.


Evidentemente, esta no resultará una lectura ligera ni sencilla. Incluso no es aconsejable para leerla del tirón. Pero si que es un documento indispensable para acercarnos a la figura y a la obra de Emily Dickinson, una selección y edición tan cuidada que casi puede olerse el jardín de Homestead.

Emily Dickinson, Cartas

Lumen
Edición y traducción de Nicole d'Amonville Alegría

6 comentarios:

Luciana dijo...

No sé si me atreveré a leer cartas.
Sí he leído sus poesías que me han acompañado de adolescente.
Saludos.

Cristina dijo...

Ah, qué maravilla de entrada, Samedimanche. He leído algunas pocas cartas suyas y me han gustado y por lo que cuentas la selección parece estar muy cuidada así que se deben dejar leer de maravilla.

Qué vida más interesante, más extraña e incomprensible la de Emily Dickinson. Y generosa también: nos dejó tantísimo a cambio de nada.

Samedimanche dijo...

Luciana: no son ni mucho menos necesarias. Con su poesía ya hay bastante.
Cristina: gracias, pero no era tan generosa...la generosa fue su hermana que no lo destruyó todo, tal y como Emily deseaba. No puede una fiarse de nadie.

MARIKO dijo...

Tengo que leer este libro: ya es la tercera vez que oigo hablar de él. Y excelente el post, desde luego!

Cristina dijo...

Tienes razón, buena puntualización. Aunque quizá, si hubiera realmente querido asegurarse de que todo se destruyera, debería haberlo hecho ella misma.

No sé, hablo un poco a tientas, que a pesar de que mi estantería soporta el peso de una enoooooorme biografía suya, no la he leído y conozco lo justo de la vida de Emily Dickinson.

PD. ¿Casualidad? Estamos hablando de Emily Dickinson y la palabra de verificación de este comentario de Blogger es "ammerst", que suena muy parecido a su lugar de nacimiento Amherst. Qué cosas.

Samedimanche dijo...

Happy Accidents, Cristina. ;)