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jueves, 21 de julio de 2011

De vuelta en mí misma.

Bueno, ya he acabado Juego de Tronos y se me va la mano como una araña con personalidad propia hacia Choque de Reyes.
Pero no. A unos días de partir hacia París, en tren, a la antigua, me llamo al orden y me sumerjo (¿Porqué seré tan compulsiva y tan fácil de retener? ¿Será que me gusta todo?) en el triste universo de Irène Némirovsky.
Hace nada leí El ardor en la sangre y me pareció un libro de equilibrio perfecto entre concisión y (múltiples) vicisitudes, sencillo, fácil de leer y de apreciar pero duro e hiriente al mismo tiempo. Némirovsky hace honor a la máxima "Pueblo pequeño, infierno grande" y, tal y como nos recuerda la voz del narrador: "Los padres comieron las uvas agrias y los hijos sienten la dentera". ¡Ay, la Biblia, lo práctica que es!




Ahora, el buen gusto literario de Clouseau propone para La Sartén la Suite francesa, una alegría de lectura veraniega que, por si fuera poco, compagino con El mirador: memorias soñadas de Irène Némirovsky, escrito por una hija de la autora que perdió a su madre cuando apenas contaba 5 añitos. Con todo, el retrato que hace de la escritora es vívido y verosímil, poético y dramático.
Comparando Suite francesa con Good Evening Mrs. Craven de Molly Panter-Downes no puedo evitar pensar que cada uno cuenta la guerra como le va y que la comedida melancolía sorda de la inglesa estalla en llamaradas de desesperación y conformidad en la rusa.
No son lecturas muy adecuadas para el viaje tan lúdico que preparo en la capital francesa pero la buena literatura y los trenes son inseparables, de modo que ahí vamos.

martes, 12 de julio de 2011

Verano en Invernia

Por afinidad por el género y por acumulación de recomendaciones, tengo pendiente de ver la serie Juego de Tronos por la que de nuevo, parece ser, hay que dar gracias apasionadamente a HBO.
Pero no quiero verla hasta haber acabado la lectura de, al menos, el primer volumen porque quiero imaginarme a los personajes con mis propios ojos aunque la gran cantidad de personajes rubio platino  se me lleven la imaginación hacia la familia Malfoy o que Lord Eddar Stark, Guardián del Norte y Mano del Rey tenga ya irremisiblemente la cara de Sean Bean.
Tampoco creo que tarde mucho en terminarlo porque estoy absolutamente abducida. Juego de Tronos me ha conquistado como un Ferrero Rocher.



Si, tiene un poco de El señor de los anillos , de la saga de la Dragonlance  ( mi primera gran saga épica, gracias a Timun Mas, anterior incluso a mi descubrimiento de Tolkien, pero que, agotada, tuve que dejar en el volumen 11 ), de la fantasía épica más clásica... pero también tiene una mala baba que la hace diferente.
Entre tanta caballerosidad y tanta dama, a menudo se echan a faltar características tan humanas como la envidia, el deseo, el rencor, la venganza... y George R. R. Martin debe conocer muy bien los intríngulis del poder porque de maldades hay a capazos.
Sus personajes están vivos, puedes oírlos y palparlos.  Sus paisajes traspasan la página y huelen mucho más allá de la tinta. Sus tramas son inteligentes, apasionantes y adictivas, te hacen desear más y más... suerte que hay un buen volumen de páginas para saciar nuestra curiosidad, nuestra necesidad de fantasía veraniega ( lo siento por El conde de Montecristo, que iba a ser mi tocho estival ) y, sobre todo, ofrecernos un refugio a salvo de la canícula entre los muros del castillo de los Stark, en Invernalia, desde donde esperamos temerosos a que llegue el invierno... ¡¡Y qué ganas tengo!!