A los suecos ya no los definen sus rubias mujeres de vacaciones en la España de Alfredo Landa. Ni los simpáticos acordes de ABBA.
Ya casi ni podemos reconocerlos en sus coloristas y funcionales diseños de muebles, ni en el salmón... lo que caracteriza la imagen sueca que percibimos hoy en día es, sin duda, el desencanto. No sé si ellos lo saben pero para muchos lectores está claro: el modélico estado de derecho, la Europa del bienestar, está en franca decadencia.
No hay más que leer un libro sueco para caer en la cuenta: el mal impera en Escandinavia.
Y no es algo nuevo. Desde la muerte de Olof Palme Suecia se desmorona de una forma silenciosa y discreta, entre la bruma alcohólica de sus viajes en ferry.
No hay más que echar un vistazo a las librerías.
Maj Sjöwall y Per Wallhöo escribieron entre 1965 y 1975 10 novelas policiacas protagonizadas por el subinspector Martin Beck. Editados en nuestro país por Noguer, Versal o Bruguera, corrieron todo tipo de suertes esperando el momento adecuado, ahora que el desencanto se extiende. RBA ya tiene en la calle Roseanna, El hombre que se esfumó, El hombre del balcón y El policía que ríe.
Ya en los 90, Henning Mankell tomaría el relevo y se encargaría de romper con muchos estereotipos creando otro: el policía sueco, de poco dormir y de mal comer, divorciado y con problemas para relacionarse, solitario y con úlcera, que se enfrenta a las consecuencias de la historia de su país, a casos que, en muchas ocasiones, tienen un origen lejano pero consecuencias cercanas.
Coincidiendo con los últimos coletazos de Kurt Wallander, aparecen Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist, de la mano del difunto Stieg Larsson. No os dejeis engañar por la categoría de Best Seller o le cojais manía de tanto ver sus libros en todas partes ( parece que, últimamente, nadie más haya escrito un libro ), su obra es intensa y sólida, entretenida y apabullante...otro ejemplo de cómo la confianza de un país se desmorona por momentos.
Y ahora, finalmente, la desolación se extiende por el otro mundo. Hasta los vampiros andan de capa caída, alquilan apartementos cochambrosos, visten fatal y dependen de otros para su supervivencia. Muy poco glamour queda ya entre los no-muertos.
Déjame entrar de John Ajvide Lindqvist pone la guinda en el pastel ( el libro lo edita Espasa, su adaptación cinematográfica está ahora mismo en cartel ) escarchado. La muerte es blanca y llega del frío.
Yo, este verano, no elegiría Suecia como destino turístico. De momento, tiemblo sólo de pensar en lo que se nos avecina...