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domingo, 23 de diciembre de 2012

¡¡Felices Fiestas!!


Ya está aquí la Navidad.
No se ha acabado el mundo.
Y el 2013 será un año estupendo.

Al menos eso es lo que os deseamos desde Maelström Cottage.
Disfrutad.

martes, 11 de diciembre de 2012

Brontës para todo...




Me he encontrado esto en la red.
Si alguien está interesado ( ya sea por ponerse a tejer o por lo que sea), puede encontrarlo aquí.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Deseo de cambio. Miedo al cambio.



Últimamente ando muy liada.
Pero, aunque escribo poco, leo mucho. Y bien.
Estoy encantada con mis dos últimas lecturas, ambas protagonizadas por mujeres, pero ambas tan opuestas en su actitud vital, en su postura ante los cambios, que parece que las haya elegido a propósito.



Dos fotografías de Kate Chopin.



Edna Pontellier es la protagonista de El despertar de Kate Chopin, libro y autora que no conocía cuando se me tiró a los brazos en una de mis librerías de cabecera. No fue una presentación muy correcta, pero si fue un flechazo.
A Edna Pontellier se la ha comparado mucho ( lo hizo, incluso, Willa Cather, con una estrechez de miras muy poco habitual de la magnífica escritora ) con Madame Bovary, porque son mujeres casadas que pretenden romper con sus anodinas existencias de ángeles del hogar burgués. pero creo que ahí acaba la semejanza.
Porque mientras a Emma Bovary la envenenaron los libros y miente y engaña para vivir un espejismo romántico, lujoso y excitante, Edna Pontellier florece desde sí misma y es, ante todo, sincera en sus intenciones. No oculta a su esposo su deseo de evolucionar y desarrollarse como mujer, alejándose del dinero y el ambiente marital, no busca lo extraordinario, la pasión desbordada o la pertenencia amorosa. Edna quiere pertenecerse a sí misma por duro que sea. Quiere ser.



Me ha costado mucho encontrar una foto buena de Shirley Jackson.



Por su parte, Merricat Blackwood se comparte en un círculo muy cerrado ( su hermana Constance, su tío Julian y su gato Jonas ) y pretende por todos los medios que éste permanezca inmutable.
Para ello no duda en usar su propia magia simpática, compuesta de estatuillas de cerámica enterradas en el jardín, libros clavados en árboles, palabras protectoras,  verjas y candados.
No pueden evitar ser el centro de atención desde que toda su familia murió envenenada en torno a la mesa de la cena, pero si pueden evitar relacionarse más allá de lo estrictamente necesario con ese mundo que las odia y las teme... hasta que lo extraño, lo ajeno, irrumpe sin ser invitado en su mundo particular, cerrado, mágico.
No se hace hincapié en si las Blackwood son unas envenenadoras, unas chicas raras o en si están locas. Se hace hincapié, sin embargo, en el hechizo, en lo feérico cotidiano, en el deseo de inmutabilidad.

Hace tiempo que Oscar nos comentaba lo mucho que le había gustado el libro de Shirley Jackson y cómo se había reído con él. Comparto completamente su opinión.
Porque siniestras, extrañas o entrañables, las protagonistas de Siempre hemos vivido en el castillo se hacen querer y desarrollan en el lector el profundo deseo de que se les permita seguir siendo ellas, a su modo, con su ritmo extraño para los días, con sus maneras curiosas, con su liturgia particular.

Dos lecturas muy recomendables aún en su diferencia de planteamientos. Y aconsejo, también, no dejar escapar las biografías de sus autoras.
Mientras Kate Chopin fue una ilustrada dama sureña, viuda precoz y matriarca de una familia feliz, curiosísima intelectualmente y campeona de los derechos femeninos avant la lettre, Shirley Jackson cultivó su gran talento para lo outrée a la par que su sobrepeso y  su adicción al tabaco entre recaídas de sus problemas psicológicos.
Dos mundos distintos, dos personalidades opuestas, pero dos talentos inmensos.




Kate Chopin, El despertar.
Madrid: Cátedra, 2012. ISBN 978-84-376-3033-5

Shirley Jackson, Siempre hemos vivido en el castillo.
Barcelona: Minúscula, 2012. ISBN 978-84-95587-89-3

sábado, 20 de octubre de 2012

Oscuro, oscuro Londres.

Recientemente, mi Santo y yo comentábamos frente al televisor que hay que ver lo poco que conocemos Londres con la de veces que hemos estado...
No es sólo que tendamos a visitar siempre casi los mismos sitios sino también que a ojos del visitante, hay un Londres que, aunque no permanece oculto, se nos mantiene alejado de la vista. Un Londres desconocido, oscuro, amenazante y, si, feo. Muy feo. Un Londres que apenas podemos reconocer desde nuestra experiencia.
En ese Londres no hay librerías, museos o mercadillos. Ese Londres rezuma peligro y está trufado de gente rara y...asesinos. Y no asesinos de esos de aprovechar la oportunidad...¡qué va! Asesinos-asesinos, psicópatas y tarados.
O al menos eso parece desde nuestro sofá.







Todo empezó con Whitechapel, serie  que en su primera temporada nos planta frente a un imitador de Jack el Destripador que, como el original, una vez realizada su sangrienta obra desaparece sin más.
En la segunda y tercera  temporadas resucitan el espíritu de los malogrados hermanos Kray, alejándose de la edulcorada versión que rodaron en 1990 los hermanos Kemp ( más conocidos como "los de los hoyuelos de Spandau Ballet").
Nuestros paseos por Whitechapel y Spitalfields no nos habían preparado para la sordidez, la bruma, la oscuridad y la amenaza que rezuma cada fotograma de la serie.
Eso si, empezó a prepararnos para la niebla asesina que nos esperaba... porque pronto llegó Sherlock.
El Londres de A. C. Doyle sería más misterioso, enmarcado en smog y luces de gas, pero el Londres de Estudio en rosa da muy mal rollo por más que podamos entrever algún rincón conocido.







Pero lo peor estaba por llegar...de la mano del detective John Luther (con el aspecto y el clasón de Idris Elba , recientemente visto conduciendo -¿se conducen las naves espaciales? ¿Se pilotan, quizás?- el Prometheus de Ridley Scott) en Luther.
Contrariamente a Holmes, Luther es un hombre intenso, fuerte y violentamente emotivo que se pasea por un Londres  tan anodino como peligroso, plagado de bichos raros con una idea muy equivocada de la diversión.
De entrada, entabla una curiosa relación con una asesina de lo más excéntrica, a la que pone rostro Ruth Wilson, por aquí seguramente conocida por haber sido la Jane Eyre de Toby Stephens... con la diferencia de que aquí la que se merece un desván es ella.
Un tanto angustiosa, pero resulta una serie ( de momento hay dos temporadas) de lo más recomendable.
Os desafío a que encontréis una calle agradable para pasear... 




lunes, 1 de octubre de 2012

Brontë + Atari




Insonrible ha colgado esta imagen en facebook y no puedo evitar compartirla aquí.
Lo mejor de todo es que ennuestra Wii, yo juego con los Mii de Charlotte Brontë y E. A. Poe para cachondeo de las visitas.
Poe es un as del tenis.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Reentré con o sin subida del IVA.



Las librerías me pueden, ya lo sabéis.
Me gustan los libros porque se leen, pero también me gustan los libros porque son libros: son bonitos, huelen bien, prometen sensaciones sin fin...y ya es más de lo que proporcionan algunas personas.
¿No os gusta el olor a libro nuevo y a lápices de madera que impregna - o debería - la vuelta al cole?
Porque aunque yo ya no vuelva cole alguno, no perdono un lápiz y un libro nuevo.
El lápiz ha sido un HB de rayas amarillas y negras de toda la vida y el libro, El despertar de Kate Chopin.
No lo conocía, pero al leer en la contracubierta que se considera el Madame Bovary americano y que su acción se desarrolla en New Orleans no me lo pienso dos veces. Ya os diré qué tal.
Si queréis leerlo en inglés, Internet Archives os lo ofrece aquí.






También observo feliz que se traducen, editan y reeditan libros de esa larga lista de lecturas deseadas, comentadas en la blogosfera, y que permanecen en latente espera en esa larga lista (material o mental) de libros pendientes. Uno de estos es la muy comentada en estos pagos, La Chaise-Longue Victoriana de Marghanita Laski, conocida entre nosotros por la edición plateada de Persephone Books.
Sobre Marghanita Laski y la elección-flechazo de La Chaise-longue, podeis leer en el blog de Automática Editorial.







Anagrama, por su parte, reedita  Angel de (la otra) Elizabeth Taylor, de quien tanto y tan bien nos habla Cristina. Es una ocasión a no perderse para conocer a esta autora que nos llega tan bien avalada.






Aunque desconocido para mi, este libro atrae mi interés de inmediato: Ático de los libros nos trae Augustus Carp, una sátira desternillante sobre la hipocresía y las buenas intenciones que empiezan, no por uno mismo, sino por cualquier otro, a cargo de la pluma del médico de Jorge VI.
La hojeada que le doy lo envía directamente a la lista de "pendientes".






Y justo ahora estoy terminando Crónicas de Nueva York, un recopilatorio de viñetas sobre la vida de dicha ciudad aparecidas en New Yorker que hay que leer y saborear a traguitos para apreciar todos los matices y el rastro de sabor en la mente,  me llama mucho la atención el nuevo volumen de Maeve Brennan que nos presenta Alfabia: Las fuentes del afecto
En este caso, los relatos nos acompañan por Dublín, escenario de la infancia de la autora y una de mis ciudades favoritas. Así que, como comprenderéis, a la lista va.
El que si he comprado durante mi visita a la Fira del Llibre d'Ocasió (y qué fácil ha sido escoger sólo uno: o escogí un mal día para visitar la feria o la oferta de este año no proporciona muchas alegrías) ha sido, La musa rebelde de Elizabeth Hickey, una novela sobre Jane Burden, surgida de los barrios pobres de Oxford para poner en jaque a Dante Gabriel Rossetti y William Morris. Veremos qué tal...





Suerte con vuestra reentré y ¡Feliz vuelta al cole!


lunes, 17 de septiembre de 2012

Estrella del Alba.


Lucifer o Venus.
O lo mismo da.





Acabo de leer esta preciosa ficción sobre la vuelta a Oxford, tras la I Guerra Mundial, de 
T.E. Lawrence, Robert Graves, J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis... comprenderéis que con semejante reclamo no pudiera resistirme.

Copio de la página de Acuarela Libros:



Oxford, 1919. El primer conflicto mundial acaba de terminar y un grupo de jóvenes veteranos regresa a los estudios universitarios.
Las sombras de los compañeros muertos llenan sus noches y la vida académica no tiene respuestas que ofrecer para el horror vivido en el frente.
De un día para otro, la austera calma de los colleges se ve turbada por la llegada de T. E. Lawrence, el legendario «Lawrence de Arabia».
Dejando atrás Oxford como arqueólogo y convertido en inspirador de la revuelta árabe contra los turcos, el hombre de acción ahora tiene una nueva tarea: escribir las memorias de la propia hazaña.
Mientras los recuerdos toman vida, la saga de «Lord Dinamita» se alterna con las vicisitudes de tres supervivientes de la matanza.
John Ronald Reuel Tolkien, filólogo y escritor de cuentos.
Clive Staples Lewis, estudiante de letras que de la guerra recibió gratuitamente una doble vida.
Robert Graves, poeta que intenta en vano liberar los propios versos de la pesadilla de las trincheras.
Conocer a Lawrence cambiará para siempre sus vidas, obligando a cada uno a confrontarse con los propios fantasmas y será el origen de nuevas historias memorables.





Y es que la guerra (¡y qué guerra la suya!) lo cambia todo, cuanto más a nosotros, pobres humanos, tan maleables.
No debió ser fácil volver al cerrado mundo de Oxford tras verse obligados a abrirse a la muerte en las trincheras. Quizá la escritura representase su única tabla de salvación o tal vez ya estaban destinados a ella.
De cualquier modo, duele contemplar como estos personajes, después de ser arrancados de sus apacibles existencias, vuelven del infierno y prueban a reintegrarse en ese patio de juegos casi infantil que rodea los protectores muros de la Universidad.


Todo y más, aquí

domingo, 9 de septiembre de 2012

Y, finalmente, Brujas.

Vistas variadas del canal

Tiendas Navideñas, una de las bazas de Brujas.




Poco os puedo decir sobre Brujas.
De entrada parece un poco El Poble Espanyol con tanta casa monumental encerrada entre muros y agua, tan aparentemente ajena a la vida real, tan llena de turistas...
Si os quedáis a dormir intramuros podréis observar la curiosa migración del visitante: mucha gente opta por ir a pasar el día a la ciudad (las cortas distancias y una buena red de ferrocarriles hacen sencillo trasladarse a cualquier parte desde bruselas, por ejemplo) y si te acercas a la Plaza Mayor ( Markt, aquí una webcam) a eso de las diez verás a las hordas turísticas acercarse desde las calles más cercanas a la estación. De la misma manera, llegadas las 7 de la tarde, se retiran hacia sus ciudades lanzadera dejando Brujas sumidas en la paz del crepúsculo.
Y es entonces cuando la ciudad muestra su lado cotidiano. Ves a sus habitantes ir de copas, de conciertos, pasear...y te das cuenta de que, a pesar de su apariencia de aislamiento, la ciudad está muy viva.
Y es, desde luego, muy hermosa.
Recomiendo pasear por sus calles sin más mapa que el perímetro que marca el canal.
Así, además de ver espacios tan increíbles como la Basílica de la Santa Sangre (Heilig Bloedbasiliek) y su preciosa y colorida restauración decimonónica (previo pago y cola, también se puede contemplar unas gotas de la sangre de Cristo) o el Gruuthusemuseum (un edificio del siglo XV con objetos antiguos de uso cotidiano, desde moldes para gofres a gafas del XIX y una capilla privada que otorga unas vistas excepcionales de la vecina iglesia de Nuestra Señora), podréis descubrir que, para lo pequeña que es, la ciudad cuenta con un más que considerable número de tiendas de Navidad y disfrutar de miles de rincones preciosos.







domingo, 2 de septiembre de 2012

En Gante.

Por las calles del Patershol



Cometimos el error de programar un solo día en Gante. Porque es pequeña, porque es una ciudad universitaria, por lo que fuere. 
Y es que la ciudad, pequeña, universitaria y todo, bien merecía algún día más porque pasearla es un placer.
Bajo un cielo encapotado, muestra la belleza de sus calles y canales.






En Gante se entremezclan más las zonas históricas, monumentales, comerciales y vitales, lo que la hace muy amena y entretenida. Lo mismo miras ropa, que compras Compeed Ampollas que visitas el Belfort o la Catedral de San Bavón y ver La adoración del cordero místico de van Eyck. 
Igual averiguas quién fue San Bavón, como te tomas unas cervezas, unos mejillones o un gofre,  disfrutas del panorama desde el Puente de San Miguel o de las callejuelas del Patershol,  tomas un barco en los muelles de Graslei (muelle de las Hierbas) o Korenlei ( muelle del Grano) o visitas el Castillo de los Condes de Flandes.
Así que a pasear y cuidado con los tranvías que acometen a traición.


El Belfort.


Los muelles de Graslei y Korenlei




martes, 28 de agosto de 2012

En Antwerpen.


Y yo que pensaba que iba a Amberes...
y resulta que aparecí en Antwerpen.
Olvidaos de que en Bélgica hablan francés: en Antwerpen se habla flamenco ( neederlandes) o inglés, pero si hablas en francés te miran raro. Por suerte, hasta el ciudadano más peregrino se las apaña en la lengua de Shakespeare y podemos comunicarnos al menos hasta que le cogemos el tranquillo al flamenco escrito a base de comparaciones anglófilas y germánicas. No es demasiado difícil pero, definitivamente, sobran vocales.






La estación central es fabulosa pero si no sales por la puerta principal ( la que tiene instalada la noria y da a la zona más transitada) y apareces en una de las puertas laterales te quedas de piedra: un horroroso bulevar grisáceo quasi-soviético plagado de joyerías kosher...por suerte, la imagen de un judío ortodoxo en bicicleta, con sus tirabuzones al aire y su sombrero protegido por un práctico forro de plástico contra la lluvia nos hace tanta gracia que nos alegra la primera impresión. Pronto nos acostumbramos a las estampas ortodoxas y comprobamos que la primera impresión no es real.
No siendo una ciudad espectacular, sus calles mayoritariamente comerciales ( reto a cualquiera a pasar unos días en Amberes y no entrar en ninguna tienda con representación en España) están tan definidas como su centro histórico. 
Más edificios gremiales, más remates dorados, otra plaza cuadrada, paseos a caballo y la fabulosa estatua de Bravo, el romano que le cortó la mano al gigante Antigón , la arrojó al río y fundó la ciudad, momento que plasma la fuente en el centro de la Grote Markt.






Junto a la estación encontramos el zoo de la ciudad, que no sé cómo no visitamos al ver estos preciosos mosaicos que guardan la entrada.
Donde sí estuvimos fue en casa de Rubens ( otro de esos sitios que no te dejan fotografiar...pero estaba tan atestado que no pude delinquir...). El arte flamenco no ha sido nunca uno de mis preferidos, pero era impensable no visitar la casa del pintor...¡con lo que me gustan las casas!. Además, su presencia se nota por toda la ciudad, no era cuestión de ignorarlo por completo.
Por lo mismo, tampoco dejamos de visitar la exposición de grabados de Bruegel ( éste me gusta bastante más que Rubens) en el Museum Mayer van den Bergh , que también era la casa de un famoso coleccionista.
Ambos, hogares demasiado oscuros para mi gusto, pero el jardín de la Rubenshuis es un rincón encantador (¡¡ya parezco Miss Marple!!).







Lo que más hicimos , de hecho, fue callejear. 
Toda Bélgica está plagada de imágenes de Vírgenes y Santos por las esquinas de sus centros históricos ( las ponían los vecinos para obligar al Ayuntamiento a iluminarlas y hacerse así con alumbrado público), adoquines, elementos puntiagudos, San Jordis y San Migueles ( creo que Antwerpen se lleva la palma), dorados, cervecerías y chocolaterías. Todas iguales pero todas diferentes y, como hacía fresquito...pues a pasear.






Por supuesto, a la vuelta, hemos descubierto otras cosas interesantes que pasamos por alto ( literalmente: son subterráneas) como el túnel de Santa Ana , que atraviesa el río o las Ruiens, túneles que se extienden bajo la ciudad. Otra vez será.


martes, 21 de agosto de 2012

En Bruselas.


La televisión tiene la culpa.
Y es que el origen de este viaje está en un capítulo de Callejeros Viajeros dedicado a Flandes.
Y como lo que el mono ve, el mono lo hace, consultamos www.flandes.net/ y www.visitflanders.com/, compramos unos billetes, hicimos la maletas y para Bruselas que nos fuimos.

Bruselas es una ciudad moderna que alberga un corazón clásico muy bien delimitado. La condensación de agujas contra el cielo se extiende por un espacio relativamente pequeño y el resto es modernista y moderno.
Es la parte puntiaguda la que más turismo atrae ( esas calles inundadas de restaurantes de lo más variado que ya hemos visto, por ejemplo en el Quartier Latin de París, esas tiendas de souvenirs repetitivas, el Hard Rock Café...), pero Bruselas bien vale un paseo.






A base de caminar descubrimos por nosotros mismos el consabido amor de los belgas por el chocolate ( hay, creo, más chocolaterías que tiendas de souvenirs, para que os hagáis una idea ) y los gofres (¿quién puede comerse sobre la marcha un gofre cargado con fresas, plátano, chocolate caliente y nata? Suerte que yo soy aficionada al gofre sin nada, mucho más sabroso y práctico.) y la fe (francófona en general ) en San Miguel. En Bruselas, y el Flandes en general, también descubrimos bastantes Sant Jordis... ¿a qué se debe esta obsesión por vencer al demonio? Son, con diferencia, los santos más venerados en la zona. Me pareció curioso ( como ya me lo pareció en Bretaña ) y agradecería cualquier información al respecto.
Arriba, una de las estatuas del santo que salpican, por supuesto, la Cathédral des Saints Michel et Gudule.






A pesar de que somos bastante dados a sumirnos en el ambiente del lugar en cuanto pisamos una ciudad, a mi se me fueron los ojos hacia el conocido icono de Waterstones que ondeaba a lo lejos, en el Boulevard Adolphe Max Laan. Es pequeñita pero da para un rato. También encontramos otra librería inglesa muy interesante, Sterling Books, en Wolvengracht ( o "foso de los lobos" ¿de dónde vendrá ese nombre?), 38. De aquí viene el Miss Peregrine's home for peculiar children  que veis en la imagen , una adorable fábula para niños y adultos imaginativos que mezcla de un modo fascinante fotografías más o menos trouvées y historias de niños especiales que me recomendó, hace ya algún tiempo, mi amigo Julián.
Junto al libro, lo mejor de Bélgica entera: las galletas y bizcochos de Dandoy.







Por lo que respecta a la zona de la Grand Place, me dejó patidifusa. A pesar de la invasión turística, es una plaza impresionante, un lugar imprescindible para los que, como yo, adoramos el contraste de la piedra oscurecida y el oro refulgente. Es muy bonita al sol, pero creo que vemos su mejor aspecto bajo un cielo sombrío, con grandes nubes contra las que destacar sus agujas y gabletes.
Desde allí es fácil visitar la Église de Notre-Dame de la Chapelle ( donde está enterrado Brueghel el viejo, tenéis una foto debajo. Está un poco borrosa, pero no me pareció bien acercarme más ), el Real Museo de Bellas Artes, el Centre Belgue de la Bande Dessinée ( para fans de Tintín y/o de la arquitectura de Víctor Horta) o las Galeries Royales de Saint-Hubert.












Por debajo de Brueghel, tenéis  unas preciosas vistas de la ciudad desde la colina que alberga ( en su seno, literalmente ) el Museo de Bellas Artes , la Place du Petit Sablon que, rodeada de esculturas representativas de los gremios que hicieron grande la ciudad, otorga al visitante descanso ( es realmente un remanso de paz) y entretenimiento: pudimos pasar horas adivinando qué gremio representaba cada estatua porque las hay realmente peregrinas...), y un magnífico pomo de hortensias.
Flandes es un hervidero de hortensias, planta que adoro y por la muy mediterránea disposición de mi terraza no puedo cultivar.
Lo que sí podría colocar en mi terraza sería un Mannekenn Pis de tamaño natural puesto que tiene el tamaño aproximado de un enano de jardín. Como ya lo sabía, no me sorprendió, pero era divertido oír los comentarios de los visitantes desprevenidos.
Lo que sí me dejó patidifusa fue que el pequeño meoncete tenga un fondo de armario que ya quisiera para sí Carmen Lomana, guardado en su propio museo, con el que lo visten periódicamente y que incluye una camiseta Kappa del Barça, de los tiempos en que jugaba Luis Enrique ( información ofrecida por mi Santo).
Mi favorito, con mucho, su traje de Drácula.







En la periferia de la capital visitamos la Casa Museo de Víctor Horta y el Atomium.
La arquitectura de Horta me fascina y cuando más me gusta es cuando se observa a medida humana. Su Casa- taller tiene unas dimensiones que considero idóneas para una pareja ( hay quien me dice que las habitaciones son demasiado pequeñas...no sé en qué tipo de casa deben vivir estas personas...), un jardín abarcable y una altura asequible.
Ahora quiero vivir en esta casa y pasar los veranos en Giverny, en casa de Monet.
El horario de visitas es de lo más curioso ( como casi todos los horarios belgas: consultadlos bien antes de plantaros en cualquier sitio con intenciones de visitar su interior): abre de 14 a 17'30. Y, por supuesto, no dejan hacer fotos, prohibición que a mi me agarrota el dedo índice sobre el botón de la cámara de fotos y a mi Santo el deseo de huir de mí porque me van a acabar llamando la atención, seguro.
Entiendo y respeto a rajatabla que no se pueda utilizar el flash...pero ¿las fotos? Si voy a comprar todo lo que haya en la tienda igualmente...
Aquí os dejo una foto al margen de la ley de la maravillosa caja de la escalera principal.






En lo que respecta a mi historia con el Atomium surge del mismo libro que mi historia con Stonenge, el mítico Maravillas del mundo. Me daba igual ver su interior, su museo o su restaurante, yo quería verlo por fuera y no me decepcionó en absoluto. 
Resplandece al sol. Y, aunque creo que es el edificio más tonto que he visto, me pareció espléndido. 
Me puso una sonrisa tonta y feliz para toda la tarde.
Para más sonrisas -tontas y listas- leed la siguiente crónica.





jueves, 2 de agosto de 2012

Vacaciones de salón (III): destino USA.



Ni loca me propondría un repaso exhaustivo de libros que nos permiten viajar por los Estados Unidos. Seguro que cada lector tiene su propio apartado: Mark Twain, Paul Auster, Nathaniel Hawthorne, Tom Spanbauer, Scott Fitgerald, Steinbeck...Uff, la lista es prácticamente infinita.
Así que me voy a limitar a comentaros algunos de mis preferidos.





Oscar ya nos lo recomendaba en su blog hace un tiempo, pero es que  Historias de un gran país de Bill Bryson es uno de los libros más divertidos que he leído nunca sobre los Estados Unidos. Gordos y colas, enormidad  e ignorancia, costumbres y usos, museos de lo más peregrinos y gente amable.
Bryson retrata la homogeneización tan bien como lo anecdótico y pese a ser americano de nacimiento, la contraposición del humor inglés adquirido con la falta de ironía americana proporciona al lector momentos de auténtico regocijo.
Muy, muy recomendable.






Una vez en los Estados Unidos ¿cómo no visitar New Orleans?
Vale que es un poco como Lloret pero para uso interno, lleno de americanos borrachos y bebidas descomunales. 
Aunque lleva unos años siendo la capital vampírica del chupa sangre llorón gracias a Anne Rice o Sherrilyn Kenyon, quien realmente convirtió la ciudad en destino imprescindible fue John kennedy Toole y su  La conjura de los necios.
Personalmente, odio profundamente al personaje de Ignatius J. Reilly, lo encuentro un tipo repugnante, pero esto no quita para que repase la obra de vez en cuando, compaginando mi disgusto con unas risas de lo más sano.







Pero si, como yo, no sois muy amantes de los climas cálidos, siempre podéis dirigios a Maine.
Ya sé que es una zona muy peligrosa , pero su conjunción de paisaje y literatura es altamente recomendable. 
Tanto Atando cabos de Annie Proulx como cualquiera de los libros de John Irving ambientados en la zona son un regalo para el lector de corazón tierno. 








Pero en un repaso como este, la ciudad que no podía faltar es, por supuesto, New York.
Dorothy Parker o Elizabeth Smart ( canadiense, curiosamente), no son lo más alegre del mundo pero recorrer la ciudad sin mecerse en sus palabras hará que nos perdamos gran parte de su esencia.
En Gran Central Station me senté y lloré  o Diario de una dama neoyorkina , con su aire de tristeza ayudan a configurar el verdadero skyline de la ciudad escrita.









Y para acabar, una parada cinematográfica y un paseo con la Maid of the Mist. Cuidadito si a tu marido no le gustan tus discos o si las campanas tocan "nuestra canción" que en Niágara ronda el peligro.
No sé si es buena idea pasar en las cataratas una luna de miel...lo que si es buena idea es revisar la película.