Parecía que no llegaba nunca y ahora parece que haga ya años.
Supongo que el bochorno de los últimos días no ayuda gran cosa... en París hemos paseado acompañados de una brisa fresca y vivificante que hace mucho más duro el regreso y la reubicación.
A parte, me parece que tenemos muy poca repostería entre la que elegir y que en cuestión de oferta de refrescos tenemos una gama muy limitadita... eso si, en Barcelona para tomarte un café con leche o una coca-cola en cualquier bar no hay que empeñar la alianza de la abuela y los transbordos del metro son más cortos que los trayectos en si.
Pero aún con los precios desorbitados y los transbordos interminables, París ha sido una fiesta.
Como esta era la segunda vez que la visitábamos nos lo hemos tomado con calma... ha podido más el paseo que el museo. Hemos deambulado sin complejos y con poca premeditación, pero París es una de esas ciudades en las que siempre acabas frente a algo digno, cuando menos, de aflojar el paso y, cuando más, de detenerlo por completo. Historia, arte, comercio, jardinería... todos los gustos, por eclécticos o selectivos que sean, acabaran satisfaciéndose y mimándose.
¿Que queréis iglesias? A montones. ¿Que queréis tiendas? Os vais a hartar.
Ya en los alrededores del hotel teníamos la Iglesia de Saint Etienne du Mont, famosa por conservar una galería ( un jubée ) maravillosa del siglo XVI y albergar las tumbas de Pascal y Racine.
Al bajar de la colina de Santa Genoveva,sobre la que está ubicada, empezamos con las sorpresas menos religiosas pero igualmente artísticas y la adoración en otro tipo de templos.
El barrio latino, en general, no anda escaso de atracciones, pero la tiendecita de Evelyne Chevalier es algo digno de verse: vestuario y complementos para auténticas damas y elegantes caballeros con el gusto algo fuera de tiempo...trajes, sombreros, foulares vaporosos y vestidos de charlestón. Todo precioso y considerablemente asequible.
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Aspasie et Mathieu, la tienda de Evelyne Chevalier en el 10 de la rue des Carmes, que bien podría vestir al Gran Gastby y sus amigos.
Andando, andando, te adentras en la zona del Odeón y en Saint Germain des Près. Las placas conmemorativas no son azules, pero no pasan desapercibidas en su blancura. Todo el mundo ( que es mundo, ya me entendéis ) ha vivido en París o ha utilizado sus rincones como escenario de andanzas reales o ficticias. Al final, como en este caso, el encargad de la conmemoración opta por ahorrar mármol y compartir placa. |
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Placas y más placas conmemorativas: todo el mundo ha vivido en París .
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Y tanto callejear abre el apetito. Y, en según que establecimientos, desboca el Síndrome de Stendhal. La Durée posee varios establecimientos en la capital del Sena a cual más encantador. Pero la de la rue Bonaparte se lleva la palma. Sus macarons no son de este mundo y su selección de tés es espectacular. No hay que perder la ocasión de visitarlas. Aunque parezcan caras, la relación calidad- precio- escenario sale muy, muy a cuenta.
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La Durée, el paraíso de los amantes de los salones de té. Imprescindible la tienda de la rue Bonaparte. |
Digna de visitarse ( pero indigna de comprar nada a esos precios ) es la mercería de la última planta de los almacenes Le Bon Marché de la rue de Sevres. Todo precioso: ideal para inspirarse y salir corriendo, cruzar la rue du Bac y entrar en el maravilloso mundo de
La Grande Epicerie.
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Carísima la mercería del ático de Le Bon Marché. Preciosa, eso si. |
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A no perderse La Grande Epicerie, justo enfrente del Bon Marché. El lugar en el que más tiempo estuvimos . Con diferencia. Aquí tenéis un pequeño ejemplo de lo que ofrecen en el sector de azúcar a capricho
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La Grande Epicerie bien merece la inversión de tiempo y dinero: magníficos platos para llevar, frutería y panadería junto a una gloriosa selección de manjares de deseo. Desde su gran selección de azúcares o galletas a la hipnótica sección de tés e infusiones que alberga desde lo más granado de las tiendas de té parisinas a la
caja conmemorativa del último enlace real británico. Imprescindible.
Y, aún a riesgo de parecer una golosa irredenta, aún obligué a mi pobre Santo a visitar alguna chocolatería más: Foucher ( no os perdáis
este enlace ) y Chapon.
No entiendo el escaso número de gordos que vi.
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Más templos del chocolate: Chapon
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