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miércoles, 9 de septiembre de 2009

Aventuras Londinenses III

Buenooo...lo que dan de sí tres días en Londres!! Pero, tranquilos, que ya es el último y, además, fue corto. Al fin, martes: toda la mañana en el Imperial War Museum ( y más rato que hubiésemos estado de no haber tenido que volver a casa...), que ya nos ponía la miel en los labios antes de entrar prometiendo una exposición llena de"Horribles historias. Terribles trincheras"...resultó ser una actividad infantil, pero nosotros ya íbamos lanzados.





Sobre todo sabiendo que el edificio había formado parte del famoso Bedlam Hospital en el que ingresaban los dementes desde el siglo XVII y donde podían visitarse como si de un teatrillo se tratara. Locos ya no hay ( o yo no me los encontré ), pero rastros de locura, a montones. El museo entero es un gran contenedor de pruebas contra el ser humano. Empezando por ese inmenso hall que recibe al visitante con todo tipo de máquinas de matar...
Lo siento, pero somos unos frívolos y nos lo pasamos bomba ( nunca mejor dicho ) entre tanto carro de combate, tanques, aviones y cañones.
Luego empiezan las salas. Empiezan, pero no terminan nunca.
Recorrimos una oscura trinchera, nos refugiamos del Blitz, intentamos reconocer al enemigo mediante el sónar de un submarino, estuve a punto de robar un casco prusiano ( si, de esos que llevan el pincho)...también comprobamos que un libro o una petaca pueden parar una bala ( a beber y a leer, que nunca se sabe...) y pasamos y repasamos vitrinas llenas de mil y un objetos curiosos.
Una cosa admirable de este museo es que lo hace todo sencillo y asequible sin caer en el simplismo o el infantilismo. Sus reconstrucciones son sencillas y directas, sus vitrinas lógicas y muy, muy interesantes.
Lectoras/es de libros ambientados en las Guerras Mundiales, no os lo podeis perder.





Nadie debería dejar de ver estos carteles tan convincentes.





Ni esta mina steampunk...
ni los recuerdos dejados por los niños que fueron evacuados o las trazas de la lucha por la supervivencia. Es un lugar divertido y triste a la vez, pero siempre interesante.





Después de estar unas cuantas horas andando a ese paso lento que hace que te pesen las piernas y te mortifiquen los pies, salimos del museo dispuestos a andar como Dios manda.
Con toda la energía de que dispusimos, nos plantamos en el Big Ben porque ¿cómo nos íbamos a ir sin saludar al Big Ben?
Poco más pudimos hacer. Recoger los bártulos e iniciar el periplo dantesco del aeropuerto.
A medio día, comía Fish & Chips en Oxford Street. Por la noche, cenaba gazpacho en casa. Deprimida, pero en casa.
Y no hay lugar como el hogar.





6 comentarios:

Jeviuarro dijo...

Gracias Samedi, me has dado la excusa perfecta para hacerme con todas mis petacas un chaleco antibalas y ponérmelo por la calle como si tal cosa, total es cuestión de seguridad personal. Eso sí, si me van a disparar y me van a joder las bebidas de las petacas, me la quito y que sea lo que dios quiera.

Samedimanche dijo...

No seas bruto, ponte unos libros, que si se rompen no pasa nada...total, no sabes leer!! ;)

Luciana dijo...

Un viaje que deseo hacer algún día.
Aunque temo enamorarme de Londres.
Saludos.

Cristina dijo...

Qué emoción, con las fotos y lo que cuentas ha sido como volver un ratito al IWM. Totalmente de acuerdo en lo de que es un sitio divertido y triste a la vez pero siempre interesante. Las emociones encontradas salen a relucir en todo lo que se va viendo.

En fin, que me alegro un montón de que os gustara.

Samedimanche dijo...

Luciana, te enamorarás seguro. Con la mega colonia argentina que tenemos en Europa ( creo que el diccionario de la Real Academia pronto admitirá "choclo" por maíz )¿no puedes hacer una escapada?
Cristina: fue una recomendación excelente, lo pasamos genial. Gracias!

misako mimoko dijo...

yo me he enamorado de la patata saltarina y del doctor zanahoria!!
potato pete al poooder!!!