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martes, 21 de agosto de 2012

En Bruselas.


La televisión tiene la culpa.
Y es que el origen de este viaje está en un capítulo de Callejeros Viajeros dedicado a Flandes.
Y como lo que el mono ve, el mono lo hace, consultamos www.flandes.net/ y www.visitflanders.com/, compramos unos billetes, hicimos la maletas y para Bruselas que nos fuimos.

Bruselas es una ciudad moderna que alberga un corazón clásico muy bien delimitado. La condensación de agujas contra el cielo se extiende por un espacio relativamente pequeño y el resto es modernista y moderno.
Es la parte puntiaguda la que más turismo atrae ( esas calles inundadas de restaurantes de lo más variado que ya hemos visto, por ejemplo en el Quartier Latin de París, esas tiendas de souvenirs repetitivas, el Hard Rock Café...), pero Bruselas bien vale un paseo.






A base de caminar descubrimos por nosotros mismos el consabido amor de los belgas por el chocolate ( hay, creo, más chocolaterías que tiendas de souvenirs, para que os hagáis una idea ) y los gofres (¿quién puede comerse sobre la marcha un gofre cargado con fresas, plátano, chocolate caliente y nata? Suerte que yo soy aficionada al gofre sin nada, mucho más sabroso y práctico.) y la fe (francófona en general ) en San Miguel. En Bruselas, y el Flandes en general, también descubrimos bastantes Sant Jordis... ¿a qué se debe esta obsesión por vencer al demonio? Son, con diferencia, los santos más venerados en la zona. Me pareció curioso ( como ya me lo pareció en Bretaña ) y agradecería cualquier información al respecto.
Arriba, una de las estatuas del santo que salpican, por supuesto, la Cathédral des Saints Michel et Gudule.






A pesar de que somos bastante dados a sumirnos en el ambiente del lugar en cuanto pisamos una ciudad, a mi se me fueron los ojos hacia el conocido icono de Waterstones que ondeaba a lo lejos, en el Boulevard Adolphe Max Laan. Es pequeñita pero da para un rato. También encontramos otra librería inglesa muy interesante, Sterling Books, en Wolvengracht ( o "foso de los lobos" ¿de dónde vendrá ese nombre?), 38. De aquí viene el Miss Peregrine's home for peculiar children  que veis en la imagen , una adorable fábula para niños y adultos imaginativos que mezcla de un modo fascinante fotografías más o menos trouvées y historias de niños especiales que me recomendó, hace ya algún tiempo, mi amigo Julián.
Junto al libro, lo mejor de Bélgica entera: las galletas y bizcochos de Dandoy.







Por lo que respecta a la zona de la Grand Place, me dejó patidifusa. A pesar de la invasión turística, es una plaza impresionante, un lugar imprescindible para los que, como yo, adoramos el contraste de la piedra oscurecida y el oro refulgente. Es muy bonita al sol, pero creo que vemos su mejor aspecto bajo un cielo sombrío, con grandes nubes contra las que destacar sus agujas y gabletes.
Desde allí es fácil visitar la Église de Notre-Dame de la Chapelle ( donde está enterrado Brueghel el viejo, tenéis una foto debajo. Está un poco borrosa, pero no me pareció bien acercarme más ), el Real Museo de Bellas Artes, el Centre Belgue de la Bande Dessinée ( para fans de Tintín y/o de la arquitectura de Víctor Horta) o las Galeries Royales de Saint-Hubert.












Por debajo de Brueghel, tenéis  unas preciosas vistas de la ciudad desde la colina que alberga ( en su seno, literalmente ) el Museo de Bellas Artes , la Place du Petit Sablon que, rodeada de esculturas representativas de los gremios que hicieron grande la ciudad, otorga al visitante descanso ( es realmente un remanso de paz) y entretenimiento: pudimos pasar horas adivinando qué gremio representaba cada estatua porque las hay realmente peregrinas...), y un magnífico pomo de hortensias.
Flandes es un hervidero de hortensias, planta que adoro y por la muy mediterránea disposición de mi terraza no puedo cultivar.
Lo que sí podría colocar en mi terraza sería un Mannekenn Pis de tamaño natural puesto que tiene el tamaño aproximado de un enano de jardín. Como ya lo sabía, no me sorprendió, pero era divertido oír los comentarios de los visitantes desprevenidos.
Lo que sí me dejó patidifusa fue que el pequeño meoncete tenga un fondo de armario que ya quisiera para sí Carmen Lomana, guardado en su propio museo, con el que lo visten periódicamente y que incluye una camiseta Kappa del Barça, de los tiempos en que jugaba Luis Enrique ( información ofrecida por mi Santo).
Mi favorito, con mucho, su traje de Drácula.







En la periferia de la capital visitamos la Casa Museo de Víctor Horta y el Atomium.
La arquitectura de Horta me fascina y cuando más me gusta es cuando se observa a medida humana. Su Casa- taller tiene unas dimensiones que considero idóneas para una pareja ( hay quien me dice que las habitaciones son demasiado pequeñas...no sé en qué tipo de casa deben vivir estas personas...), un jardín abarcable y una altura asequible.
Ahora quiero vivir en esta casa y pasar los veranos en Giverny, en casa de Monet.
El horario de visitas es de lo más curioso ( como casi todos los horarios belgas: consultadlos bien antes de plantaros en cualquier sitio con intenciones de visitar su interior): abre de 14 a 17'30. Y, por supuesto, no dejan hacer fotos, prohibición que a mi me agarrota el dedo índice sobre el botón de la cámara de fotos y a mi Santo el deseo de huir de mí porque me van a acabar llamando la atención, seguro.
Entiendo y respeto a rajatabla que no se pueda utilizar el flash...pero ¿las fotos? Si voy a comprar todo lo que haya en la tienda igualmente...
Aquí os dejo una foto al margen de la ley de la maravillosa caja de la escalera principal.






En lo que respecta a mi historia con el Atomium surge del mismo libro que mi historia con Stonenge, el mítico Maravillas del mundo. Me daba igual ver su interior, su museo o su restaurante, yo quería verlo por fuera y no me decepcionó en absoluto. 
Resplandece al sol. Y, aunque creo que es el edificio más tonto que he visto, me pareció espléndido. 
Me puso una sonrisa tonta y feliz para toda la tarde.
Para más sonrisas -tontas y listas- leed la siguiente crónica.





6 comentarios:

Elena Rius dijo...

Hace tiempo que tengo ganas de darme una vuelta por Flandes. Es más, hace dos o tres años teníamos ya billetes comprados para Bruselas, pero un estúpido accidente dio al traste con el proyecto (y con el dinero del vuelo low-cost, ¡ay!).Leyendo tu crónica, veo que será cosa de retomarlo, cruzando los dedos para que esta vez nada se tuerza...

Toronto dijo...

¡Genial su crónica! Me encanta el contrapunto de su santo! Qué gran pareja literaria (a parte de real) está perdiendo el género de libros de viajes!
Y la veo a usted pegadita al ventilador tejiendo algo para el Mannekinn Pis... no olvide poner la cremallera (o botones).

Samedimanche dijo...

Elena, a mi Flandes me ha sorprendido muy gratamente. Y, aunque no da para pasar una semana en una sola ciudad, su estupenda red de ferrocarril te permite ir haciendo unas excursiones estupendas. Ventajas de un país pequeño.
Y, por lo de los accidentes tontos, nosotros nos hacemos el seguro de devolución que sube un poco el Low pero qué se le va a hacer.
Toronto, al mannekken le pongo, directamente, una falda escocesa. Y si, la característica más interesante de mi santo es que es un gran contrapunto...

Cristina dijo...

Tenemos pendiente conocer Bélgica (Bruselas, en realidad) por su conexión Brontë. Creo que cuando eso ocurra volveré sobre esta entrada para planificar alguna que otra excursión :)

Oscar dijo...

Magnífico, magnífico, magnífico. Me lo copio todo. Bélgica es uno de los agujeros negros de mis viajes por Europa (este año ha estado de un pelo que no lo hagamos). TODO lo que reseñas me parece interesante. De verdad. Espero más noticias...

Samedimanche dijo...

Cristina, la conexión Brontë es inexistente. Aún así busqué las escaleras y el lugar donde debió estar el internado y lo celebré a mi modo...
Óscar, la verdad es que merece la pena un par de días o instalar en bruselas el campamento central e ir moviéndose. No da para una semana por bonita que sea.