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jueves, 13 de septiembre de 2007

Severus pero menos.



Tras la conclusión de la saga de Harry Potter – si, soy fan, soy adicta –, ahora que conocemos todos los hechos, no es especialmente arriesgado ponerse a romper una lanza a favor de Severus Snape. A estas alturas ya conocemos ese corazón, si no generoso al menos muy apasionado y leal, que tan celosamente guardaba tras capas y capas de ropajes oscuros, ambigua frialdad y malas pulgas.


Pero es que, desde que el personaje literario adquirió los rasgos cinematográficos de Alan Rickman, su indeterminación moral y sus maneras bruscas pasaron a ser tremendamente seductoras.
Alan Rickman ya había contribuido a dotar de atractivo a otros villanos de celuloide – histriónicos ( en Robin Hood: príncipe de los ladrones, robándole descaradamente las escenas al soso de Kevin Costner ), hiper “cool” ( en La jungla de cristal su muerte provocará la supuesta venganza de su hermano dos películas más allá ) o cotidianos ( hay que ver los cuernazos tan elegantes que le pone a Emma Thompson en Love Actually ) – pero su interpretación del coronel Brandon en Sentido y Sensibilidad ( donde coincide también con Emma Thompson, al igual que en El beso de Judas y en la saga Potter: llamadla tonta ) fue la que definitivamente se ganaría mi corazón.
Así que cuando Severus Snape adquirió los rasgos del coronel Brandon y su aura de héroe en la sombra, se hizo, a la vez, con mi adhesión inmediata.

¿Qué Snape resultaba ser un necrófago a las órdenes de Lord Voldemort? Que fuera lo que quisiese que contaría con mi apoyo.
Y, finalmente, el reción editado harry Potter and the Deathly Hallows confirma mi intuición: Snape era un trozo de pan capaz de los mayores sacrificios en aras del recuerdo de un amor no correspondido. ¿Qué en ocasiones ha maltratado un poquito al buenazo de Harry? Que vaya aprendiendo el niño lo que es la vida.
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